Los contratiempos del viaje: desafíos psicológicos en la competencia deportiva
Viajar para competir no solo significa trasladarse de un punto a otro; implica abandonar la zona de confort, modificar rutinas y enfrentar lo desconocido. Para muchos deportistas, el viaje es la antesala del éxito, pero también puede convertirse en un obstáculo silencioso que erosiona la concentración, la calma y el equilibrio mental. En psicología del deporte, los contratiempos de viaje son considerados *factores externos de estrés competitivo*, capaces de afectar el rendimiento tanto físico como psicológico.
Los
retrasos de vuelo, los cambios de clima, la desorganización en los horarios, la
alimentación inadecuada o las habitaciones incómodas son solo algunos ejemplos
de variables que alteran el estado psicológico de los atletas. Cuando el cuerpo
y la mente se ven sometidos a estas alteraciones, se modifica el ritmo
biológico y se activa una respuesta de estrés. *Reilly y Edwards (2007)*, en su
estudio sobre el **“jet lag deportivo”**, demostraron que la fatiga del viaje
puede disminuir la atención sostenida, la precisión motora y la estabilidad
emocional hasta por 48 horas posteriores al traslado. Aunque no siempre haya
diferencia de husos horarios, el solo hecho de interrumpir la rutina ya implica
una pérdida de control que el deportista debe aprender a manejar.
A
nivel mental, los contratiempos generan una sensación de incertidumbre que
altera la **preparación psicológica previa a la competencia**. Un atleta que no
logra dormir adecuadamente o que llega al lugar con tiempo reducido experimenta
ansiedad anticipatoria, dificultad para concentrarse y un aumento de
pensamientos negativos (“no descansé bien”, “esto me va a afectar en el
partido”). La mente, al perder el sentido de previsibilidad, comienza a
enfocarse en los problemas en lugar de las soluciones.
He
podido observar este fenómeno en distintos contextos de competencia. En un
campeonato nacional universitario, por ejemplo, un equipo femenino llegó al
partido inaugural tras un viaje de más de 10 horas por carretera. La fatiga, el
malestar físico y la falta de sueño se tradujeron en un inicio lento, con
errores tácticos y poca comunicación entre jugadoras. Sin embargo, el equipo
que mejor manejó el impacto mental de ese mismo viaje fue el que incorporó una
rutina psicológica previa: ejercicios de respiración en el autobús,
visualización grupal y reencuadre positivo de la situación. Terminaron siendo
las campeonas del torneo. La diferencia no estuvo en la condición física, sino
en la **adaptabilidad psicológica**.
Este
concepto —la *capacidad de reajustarse mentalmente a lo inesperado sin perder
la dirección ni la motivación*— se ha convertido en uno de los pilares del
rendimiento moderno. En 2016, *Gould* subrayó que los atletas olímpicos con
mayor éxito no eran los que enfrentaban menos obstáculos, sino aquellos que
**aceptaban los factores incontrolables** y mantenían su atención en los
elementos que sí podían regular. En términos psicológicos, esto se traduce en
una fortaleza cognitiva: el control del pensamiento bajo condiciones adversas.
Ante
los contratiempos del viaje, el trabajo del psicólogo deportivo debe centrarse
en tres ejes principales:
1.
**Preparación anticipatoria:**
   Se trata de entrenar al deportista no solo
para el éxito, sino también para las dificultades. La visualización de
escenarios alternativos —retrasos, cambios de hotel, fallas logísticas— reduce
el impacto emocional de lo imprevisto. El atleta aprende a esperar lo
inesperado, manteniendo su estabilidad mental.
2.
**Autoregulación emocional:**
   Técnicas como la respiración diafragmática,
la meditación breve o el *mindfulness* ayudan a conservar la calma durante los
trayectos. Estas estrategias reducen la tensión muscular, equilibran la
frecuencia cardiaca y favorecen una mente más clara y controlada.
3.
**Reencuadre cognitivo:**
   Es fundamental transformar el contratiempo
en oportunidad. El mensaje que debe interiorizar el deportista es: *“Si puedo
rendir bien incluso con dificultades, mi mente se está fortaleciendo.”* Este
cambio de enfoque convierte el problema en entrenamiento psicológico y refuerza
la autoconfianza.
El
entrenador y el psicólogo deportivo pueden colaborar para que los momentos de
viaje sean espacios de entrenamiento mental. Escuchar música relajante,
escribir pensamientos positivos o realizar ejercicios de visualización son
estrategias que ayudan a mantener la conexión con el objetivo. La clave está en
que el deportista no perciba el viaje como un periodo de pérdida, sino como una
fase activa de preparación psicológica.
En
conclusión, los contratiempos del viaje no deben verse como enemigos del
rendimiento, sino como oportunidades para fortalecer la mente competitiva. Cada
retraso, cada noche incómoda o cada cambio de plan representa una lección sobre
flexibilidad, control emocional y foco. El deportista que aprende a mantener su
mente firme en medio de la inestabilidad se convierte en un competidor más
completo, más maduro y más resistente. Porque en el alto rendimiento, **la
verdadera competencia comienza mucho antes del silbatazo inicial: empieza en la
mente del viajero**.

 

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