jueves, 30 de octubre de 2025

Los contratiempos del viaje: desafíos psicológicos en la competencia deportiva


 Viajar para competir no solo significa trasladarse de un punto a otro; implica abandonar la zona de confort, modificar rutinas y enfrentar lo desconocido. Para muchos deportistas, el viaje es la antesala del éxito, pero también puede convertirse en un obstáculo silencioso que erosiona la concentración, la calma y el equilibrio mental. En psicología del deporte, los contratiempos de viaje son considerados *factores externos de estrés competitivo*, capaces de afectar el rendimiento tanto físico como psicológico.

Los retrasos de vuelo, los cambios de clima, la desorganización en los horarios, la alimentación inadecuada o las habitaciones incómodas son solo algunos ejemplos de variables que alteran el estado psicológico de los atletas. Cuando el cuerpo y la mente se ven sometidos a estas alteraciones, se modifica el ritmo biológico y se activa una respuesta de estrés. *Reilly y Edwards (2007)*, en su estudio sobre el **“jet lag deportivo”**, demostraron que la fatiga del viaje puede disminuir la atención sostenida, la precisión motora y la estabilidad emocional hasta por 48 horas posteriores al traslado. Aunque no siempre haya diferencia de husos horarios, el solo hecho de interrumpir la rutina ya implica una pérdida de control que el deportista debe aprender a manejar.

A nivel mental, los contratiempos generan una sensación de incertidumbre que altera la **preparación psicológica previa a la competencia**. Un atleta que no logra dormir adecuadamente o que llega al lugar con tiempo reducido experimenta ansiedad anticipatoria, dificultad para concentrarse y un aumento de pensamientos negativos (“no descansé bien”, “esto me va a afectar en el partido”). La mente, al perder el sentido de previsibilidad, comienza a enfocarse en los problemas en lugar de las soluciones.

He podido observar este fenómeno en distintos contextos de competencia. En un campeonato nacional universitario, por ejemplo, un equipo femenino llegó al partido inaugural tras un viaje de más de 10 horas por carretera. La fatiga, el malestar físico y la falta de sueño se tradujeron en un inicio lento, con errores tácticos y poca comunicación entre jugadoras. Sin embargo, el equipo que mejor manejó el impacto mental de ese mismo viaje fue el que incorporó una rutina psicológica previa: ejercicios de respiración en el autobús, visualización grupal y reencuadre positivo de la situación. Terminaron siendo las campeonas del torneo. La diferencia no estuvo en la condición física, sino en la **adaptabilidad psicológica**.

Este concepto —la *capacidad de reajustarse mentalmente a lo inesperado sin perder la dirección ni la motivación*— se ha convertido en uno de los pilares del rendimiento moderno. En 2016, *Gould* subrayó que los atletas olímpicos con mayor éxito no eran los que enfrentaban menos obstáculos, sino aquellos que **aceptaban los factores incontrolables** y mantenían su atención en los elementos que sí podían regular. En términos psicológicos, esto se traduce en una fortaleza cognitiva: el control del pensamiento bajo condiciones adversas.

Ante los contratiempos del viaje, el trabajo del psicólogo deportivo debe centrarse en tres ejes principales:

1. **Preparación anticipatoria:**

   Se trata de entrenar al deportista no solo para el éxito, sino también para las dificultades. La visualización de escenarios alternativos —retrasos, cambios de hotel, fallas logísticas— reduce el impacto emocional de lo imprevisto. El atleta aprende a esperar lo inesperado, manteniendo su estabilidad mental.

2. **Autoregulación emocional:**

   Técnicas como la respiración diafragmática, la meditación breve o el *mindfulness* ayudan a conservar la calma durante los trayectos. Estas estrategias reducen la tensión muscular, equilibran la frecuencia cardiaca y favorecen una mente más clara y controlada.

3. **Reencuadre cognitivo:**

   Es fundamental transformar el contratiempo en oportunidad. El mensaje que debe interiorizar el deportista es: *“Si puedo rendir bien incluso con dificultades, mi mente se está fortaleciendo.”* Este cambio de enfoque convierte el problema en entrenamiento psicológico y refuerza la autoconfianza.

El entrenador y el psicólogo deportivo pueden colaborar para que los momentos de viaje sean espacios de entrenamiento mental. Escuchar música relajante, escribir pensamientos positivos o realizar ejercicios de visualización son estrategias que ayudan a mantener la conexión con el objetivo. La clave está en que el deportista no perciba el viaje como un periodo de pérdida, sino como una fase activa de preparación psicológica.

En conclusión, los contratiempos del viaje no deben verse como enemigos del rendimiento, sino como oportunidades para fortalecer la mente competitiva. Cada retraso, cada noche incómoda o cada cambio de plan representa una lección sobre flexibilidad, control emocional y foco. El deportista que aprende a mantener su mente firme en medio de la inestabilidad se convierte en un competidor más completo, más maduro y más resistente. Porque en el alto rendimiento, **la verdadera competencia comienza mucho antes del silbatazo inicial: empieza en la mente del viajero**.

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