viernes, 15 de agosto de 2014

Autoestima en el Futbol

Uno de los retos es descubrir los factores (causas) que determinan un resultado (efecto), por lo que las conclusiones acerca de si el autoestima es causa o efecto del propio rendimiento no pueden considerarse como definitivas.
Los cambios positivos en la autoestima deberían conducir a incrementos del rendimiento deportivo. La autoestima es considerado como un prerrequisito para el aprendizaje.
Si se producen incrementos significativos en la autoestima de los jugadores, tomando en consideración la intervención sobre los padres, se producen sistemáticos y favorables resultados (Head Start).
La cuestión está en si podemos considerar como rendimiento los progresos de los jugadores en la esfera afectiva. La respuesta es afirmativa, ya que las metas y objetivos no pueden identificarse exclusivamente con las estrictas habilidades deportivas. Es claramente asumido que el rendimiento es consecuencia de una compleja interacción de factores.
La hipótesis de que la autoestima es el resultado o efecto de un mayor éxito o progreso deportivo ha sido definida por el enfoque del aprendizaje conductual de las habilidades básicas. El adecuado planteamiento y estructuración de la enseñanza de específicas habilidades para el éxito y el uso de inmediatos refuerzos es la causa del incremento de la autoestima. El considerar el rendimiento como un factor causal de la autoestima nos ofrecen suficiente evidencia para tomar en consideración cualquier tipo de acción en esta dirección.
Tal y como se encuentra en estos momentos el estado de la cuestión autoestima – rendimiento, parece sensato concluir que existe una mutua interacción causal. Un incremento del rendimiento deportivo produce imágenes más positivas que a su vez influencian el propio rendimiento. El autoestima influye en el proceso dinámico de la motivación para el aprendizaje. Si el alumno no se siente bien consigo mismo como persona y como jugador, se producirá una pérdida de motivación para el progreso. 
Es importante identificar, desarrollar y potenciar múltiples vías y estrategias que actúen en las dos direcciones.
Un pensamiento positivo genera emociones positivas y todo ello desemboca en actuaciones positivas, porque según pensamos, así sentimos y actuamos.
Es tan importante como el entrenamiento de las habilidades técnicas, porque facilita que éstas se puedan demostrar.
La disciplina mental produce continuidad en el trabajo y en la forma de afrontarlo, hace que se perciba la actuación deportiva desde puntos de vista muy reales y positivos y nos lleva a actuar dentro de nuestros parámetros máximos.
El mantenimiento de la disciplina mental desemboca en el estado máximo de actuación (Loehr. 1986). Para ello utilizamos dos factores: la forma en que el deportista utiliza su energía emocional y el grado de intensidad que emplea en ello.
Afrontar una situación con una actitud positiva implica conocerla, analizarla y responder a ella de la forma más adaptada posible.
Cuando una situación crea al deportista una actitud no adaptada conviene que analice los pensamientos y las sensaciones que tiene y los compare con otros pensamientos y sanciones que le permitirían tener una actitud positiva.
Si bien es cierto que algunos deportistas necesitan estar muy motivados para competir, lo importante no es la intensidad de excitación, sino la percepción de su propia activación ante la competición.
Captar cómo cada deportista percibe la próxima competición, de que forma esta percepción varía su nivel energético y cómo canalizar la activación que se va generando progresivamente es la clave para la comprensión del fenómeno de la activación y su influencia en el rendimiento deportivo. Tan importante es conocer el nivel adecuado de alerta para rendir al máximo como en qué grado controla el deportista esa activación y es capaz de mantener dicha energía.
Para alcanzar una actitud positiva que permita al deportista obtener el mejor rendimiento posible, es fundamental trabajar con los pensamientos y las emociones obedeciendo al propio ritmo competitivo, es decir, considerando los períodos de entrenamiento. Este ciclo competitivo es el que delimita el trabajo no sólo en aspectos puramente físicos sino también en todo lo referente a los aspectos mentales.
Cuando un deportista tiene un nivel bajo de autoconfianza durante la sesión de entrenamientos hay que alternar objetivos tanto de ejecución como de resultado. Sin embargo, durante la competición es importante que esté centrado en lograr objetivos de ejecución, como puede ser la misma concentración, es decir, permanecer atento y concentrado durante todo el partido... en tanto en cuanto el deportista con poca confianza no se obsesione con el resultado deportivo que se espera de él y no anticipe posibles resultados, el deportista se sentirá sin tanta presión y con un objetivo muy específico a cumplir.
Este procedimiento es muy útil en deportistas jóvenes que empiezan a adquirir capacidades motoras y en aquellos que ya las han automatizado pero que tienen una débil confianza en sus posibilidades.
Pero ocurre lo contrario con deportistas de una gran y real autoconfianza. En los períodos competitivos se deben proponer los objetivos más desafiantes que puedan sobre el resultado, ya que aguantan la posible presión que puede caer sobre ellos, sin que por ello se desvíen de su objetivo o descienda su rendimiento deportivo. Incluso cuando este tipo de deportistas se relajan demasiado y baja su nivel de arousal para rendir al máximo, retarles por medio de un objetivo de resultado tiene consecuencias positivas. Pero no hay que olvidar que para hacerlo, el entrenador debe estar bien seguro de la veracidad de la autoconfianza del deportista.
La adecuación de los objetivos tiene consecuencias directas sobre el rendimiento deportivo y la actitud del deportista. A nivel emocional uno de los sentimientos que se contrapone a la actitud positiva es la frustración, que aparece cuando no logramos alcanzar un objetivo o cubrir una necesidad propia. En general, la frustración produce sensaciones emocionales tan desagradables para el deportista que puede llegar a desbaratar toda una temporada de entrenamientos si no se cubre esa necesidad deportiva en forma de logros ya sean de ejecución o de resultado.
La autoestima y el autoconcepto se relacionan en lo que viene a ser el nivel de aspiración del deportista.
Mientras que las habilidades reales del deportista se adecuan a su nivel de aspiraciones, es decir, a los objetivos que se haya propuesto y a su autoestima, el deportista practicará el deporte con ajuste y sin problemas, estos surgen cuando:
Las habilidades reales del deportista son superiores a su nivel de aspiraciones (a sus objetivos y a al cómo se ve él mismo), resultando un sentimiento de infravaloración.
Las habilidades reales del deportista son inferiores a su nivel de aspiraciones (su objetivo y su autoestima es superior a su actuación real) resultando un sentimiento de frustración.
En ambos casos, el entrenador debe replantear los objetivos del deportista de forma que éstos le motiven y resulten más realistas y alcanzables acorde con sus posibilidades físicas y esfuerzo personal; y analizar también conjuntamente con el deportista el estado de autoestima de este último. La mejor forma de hacerlo es evaluando su trayectoria deportiva en cuanto a mejoras en el aprendizaje y no en cuanto a obtención de logros, de forma que el deportista vea que mejora, sin estar obsesionado por tener buenos resultados.
El entrenador debe favorecer el análisis y los pensamientos adecuados durante los entrenamientos, antes de una competición, en los descansos de la misma y al terminarla, así como debe también favorecer la integración y la expresión óptima emocional durante el período competitivo. Sólo cuando pensamientos y emociones e imágenes se integren y fluctúen de una a otra función cuando lo requiera la situación, la actuación deportiva y el rendimiento se verán favorecidos.
Existe también una relación entre la apariencia externa de ganar (de actitud positiva y el rendimiento). Hablamos de las sensaciones que determinados deportistas emiten al resto. Cuando los pensamientos adecuados conducen a emociones adecuadas y, como resultado, el deportista rinde al máximo, los espectadores, su entrenador, todos los que le ven saben que, independientemente del resultado es un ganador. Este efecto se produce cuando los pensamientos y las emociones encajan correctamente con las manifestaciones externas que de ellos hace el deportista. Cuando un deportista, a pesar de haber perdido, comenta su conformidad con el esfuerzo que ha realizado y, sobre todo, lo expresa mediante una comunicación no verbal coherente al mensaje verbal, todo el que le escucha le ve ganador aunque haya perdido.
De ahí que la actitud positiva no sólo se queda en el interior del deportista sino que se muestra al exterior, siendo éste uno de los aspectos que más agradecen los deportistas cuando un entrenador lo muestra, por la confianza que transmite.
DINAMICA
Grupos de seis jugadores. A cada persona se le reparte un papel. En cada grupo un miembro ha de ser protagonista durante dos o tres minutos, situándose en el centro donde previamente se coloca un balón. Mientras está en el centro, el resto de las personas del grupo escriben en el papel una cualidad positiva que observen en la persona que hace de foco. Cortan la franja de papel con la cualidad escrita y se la dan. Así hasta que todas las personas hayan sido foco. Después en cada grupo se comentan las “constelaciones de valores-cualidades positivas” de cada cual.

El video de este documento es: http://youtu.be/hgITgZKAa_w

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